La SEÑORA está en el pasillo del hospital, caminando de un lado hacia otro, desesperada. El DOCTOR sale por la puerta.
SEÑORA:
¡Doctor, doctor! ¿Cómo está mi marido?
DOCTOR:
No es fácil decirle esto, señora. Su marido ha muerto.
SEÑORA:
Pero, ¡Dios mío...!
DOCTOR:
No se preocupe... estoy bien.
SEÑORA:
¡Ay, que se ha ido! Pobrecito.
¡Ay, que se ha ido! Pobrecito.
DOCTOR:
Pobrecito no; no quiero dar pena. Con el tiempo lo superaré.
SEÑORA:
Pero si ayer dijo que se encontraba mejor y que poco a poco se iba recuperando...
DOCTOR
(entre sollozos):
(entre sollozos):
Señora, a veces las personas nos autoengañamos; nos ponemos una venda en los ojos para no ver la cruda realidad. Pero lo cierto es que él estaba malito, muy malito.
SEÑORA:
¿Y no hay nada que hacer?
DOCTOR
(balbuceando):
No, nada. (...) ¡Era tan amable!
SEÑORA:
Venga, Doctor, no llore. Tal vez sea lo mejor. El pobre estaba sufriendo.
DOCTOR
(rompe a llorar):
Recuerdo que me preguntaba: "¿Me pondré bien, Doctor?" Y yo le decía que sí. ¡Hemos pasado tanto tiempo juntos aquí, en el hospital! Era un hombre excepcional.
SEÑORA:
Sí, lo era. No me cabe ninguna duda.
DOCTOR:
¿Y sabe lo peor de todo esto? Que me siento culpable. Si hubiese elegido otra medicación... ¡Fue culpa mia! (llora y llora)
SEÑORA:
Venga, Doctor, no se machaque a sí mismo.
DOCTOR:
¿Sabe? Cuando ocurre algo como esto, uno aprende a valorar las cosas que realmente importan en la vida
SEÑORA:
Le comprendo. Esto no debe ser fácil para usted
DOCTOR:
¿Usted qué va a comprender? ¿Acaso sabe cómo se siente uno cuando se le muere un paciente? ¿Es usted médico? ¡Pues calle y déjeme tranquilo con mi angustia!
SEÑORA:
De acuerdo. Pero recuerde que si me necesita, estoy aquí para lo que necesite. Gerónimo era muy bueno y todos le queríamos.
DOCTOR
(sorprendido):
¿Gerónimo? ¿Es usted la señora de Gerónimo?
SEÑORA:
Sí, Gerónimo era mi marido.
El DOCTOR, de repente, deja de llorar y se muestra aliviado.
DOCTOR:
¡Qué despiste! Pensé que usted era la mujer de Alfredo. Su marido se encuentra perfectamente. Creo que esta misma tarde le daremos el alta. Puede entrar a verlo si quiere.
La señora se va hacia la habitación, felizmente, a ver a su marido.
SEÑORA:
¡Ay! No sabe cómo me alegro. ¡Mi Gerónimo!
En ese momento aparece otra señora que se acerca desesperadamente al Doctor.
SEÑORA 2:
¡Doctor, doctor! ¿Cómo está mi marido?
DOCTOR:
Su marido es...
SEÑORA:
Alfredo.
DOCTOR:
(cambia drásticamente a gesto de pena, imitando el diálogo inicial)
No es fácil decirle esto, señora, pero...
El DOCTOR rompe a llorar
FIN
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